El ciclista con derecho de pernada

Ayer una pánfila de Narváez montada en su bicicleta salió de la nada y cruzó a todo lo que le daban sus patitas de jilguero, por un paso de peatones justo en el momento en el que yo circulaba por mi calzada. Y digo mi calzada porque en ese instante era mía y solo mía, pero como una no tiene espíritu asesino, (o al menos no en ese preciso segundo), pues clavé el coche mientras me acordaba de todos los parientes vivos, heridos y muertos de la vialmente ineducada.

No es la primera ni la segunda vez que me pasa o lo veo. A veces es incluso peor porque tal acto pretende convertirse en enseñanza. He visto padres, (en bicicleta) emulando a la más dedicada de las patas, seguidos de su minirecua, (en bicicleta), cruzando altivamente la calle por el paso de cebra, orgullosos de aleccionar a sus polluelos en el buen uso y disfrute de las vías.

Pues no, mis queridos ciclistas mal educados. El paso de peatones es precisamente para eso: para peatones. Si usted va montado en su bicicleta, no es un viandante con derechos de viandante. Es otro vehículo más de la vía como tantas veces nos recuerdan cuando la ocasión les conviene. Apéese de su montura para convertirse en ciudadano de a pie y cruce por el paso de cebra. 

Y si no quiere descabalgar y le urge, pongamos por caso, ir a la izquierda, aproveche la siguiente rotonda o cruce y haga lo propio.


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