De la conveniencia de lavar y marcar

No con mucha gente coincido cuando opino sobre la conveniencia de ir, (lo que yo considero), adecuadamente arreglado y vestido para la ocasión. Me suelen tachar de demasiado convencional y no lo discuto. A mucha honra. Alguno más me apoya en el caso de descender el listón a los umbrales de la presunta higiene, porque los hay que igual se duchan tres veces al día, pero lo disimulan de lo lindo. Aun así, más de una vez me han intentado convencer de que nada de eso importa, que lo relevante es lo que uno haga y para lo que uno valga y así lo demuestre. Yo no puedo evitar acordarme del chiste de aquel que estaba casado con una señora muy fea y que decía que la belleza de su mujer residía en el interior.

Sí, de acuerdo. Lo importante es lo que uno haga y lo que valga, pero como ya se ha dicho hasta la extenuación, vivimos en sociedad y la sociedad tiene unas normas, entre las que están las de respeto hacia los demás. Para tener respeto a alguien no hace falta creerse ni más ni menos que él. Verbigracia: el Rey, pudiendo recibir cómoda e informalmente en bata, puesto que está en casa, lo hace siempre impecablemente vestido con traje y corbata y de ahí para adelante, según lo avanzado de la hora y la categoría del acto. Tanto si recibe a un aspirante a rastafari, a un melenudo remangado o a Su Santidad, nunca se le ha visto arruga fuera de contexto.

Los hay por el contrario, que no consideran que el hecho de ir a comer a casa de la futura suegra, al Congreso o a ver al Rey, haga necesario lavar y marcar o anudarse nada al cuello. Supongo que ni se plantean que su interlocutor o anfitrión a lo mejor se encontraría más cómodo en chándal, como plantea la rompedora opción de los diseñadores Chávez & Maduro, pero por respeto a la visita, ha cuidado su apariencia. 

Da igual. Todo vale y existe el derecho a hacer lo que a cada uno le parezca. Hasta ahí, puede que pase. Lo que no trago es que me aparezcas con esmóquin, seguramente alquilado porque no te has visto en otra como esta, para ir de fiestuqui. Me voy a permitir además decirte que te queda como el culo. Para llevar esmóquin y coleta hay que tener otra pinta, quizás más tipo Steven Seagal, que queda igual de hortera pero tiene, digamos, otro porte.

Bueno, como es carnaval, a lo mejor era por eso. Lo debiste pasar de fábula con el Pedrito de sport elegante, (se hubiera abrochado los botones hasta el cuello y le habríamos tomado por Mahmud Ahmadinejad, con lo que te gustan los de su tierra), y los varios improperios a ciertas autoridades entre las que no se encontraba la Señá Alcaldesa, a quien turbó la ovación del respetable y no pudo por menos que saludar como hace mi sobrina, la de año y medio, solo que con menor firmeza de tríceps. A ver si alguien le habla de los beneficios de la manga larga después de los cincuenta. 

Y al señor de la fea esposa con bello interior, el amigo le preguntó, "Y ¿por qué no la pelas?

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